En
el partido del “apartheid”, ya que toda la jornada se disputó en el Pabellón de
Balaídos, excepto nuestro partido, que se jugó en el Pabellón del Carmen, pero
no en el Central, sino en una instalación accesoria, con una pista de baldosas
casi tan duras como la cara de cualquier político y con el piso más resbaloso
que la carroza patrocinada por la asociación de productores de aceite de oliva
en el día del orgullo gay de Chueca, nos enfrentamos a Amfiv en un duelo que
empezó a las 12:00 horas del domingo con un arbitraje correcto que no influyó
en el resultado. Ya sé porque la Euroliga se juega por la tarde (para que el
entrenador esté presente). El partido era especial por varias razones:
En
primer lugar, después de varios partidos ante rivales muy superiores a nuestro
equipo, teníamos enfrente a un rival de
“nuestra liga”, recién ascendido después de haberse paseado el año anterior por
segunda y que, para este curso, se había reforzado con jugadores jóvenes,
rápidos y con conocimiento del juego (para lo que es esta categoría), a fin de
no pasar apuros a final de temporada.
En
segundo lugar jugábamos contra varios exjugadores Jedys – Suflenorsa (eché de menos a Richyjakovic, en recuperación
de su tradicional lesión de ligamentos) y también contra jugadores que
compartieron equipo con otros miembros del equipo en otras “franquicias”. Los
prolegómenos y la conclusión del partido parecieron una boda-bautizo-funeral y,
sólo, faltó ducharnos todos juntos en amor y compañía (esto se frustró porque
la organización, para evitar escenas impúdicas, decidió regalarnos agua fría
para todos)
En
tercer lugar, el partido iba a determinar nuestro futuro en la liga, aún es
pronto, pero…, ya que estos rivales iban por encima en la clasificación con 2
victorias de margen, y, en caso de derrota, nos veríamos, prácticamente,
abocados a ver pasar la liga en espera de la lucha por evitar el descenso,
renunciando completamente a la quimérica posibilidad de pelear por la quinta
plaza
Conscientes
de la importancia del partido empezamos muy fuerte, con una defensa individual
asfixiante y con un ataque basado en penetraciones bastante agresivas con las
que logramos, de inicio, distancias más que respetables en el marcador. El
partido estaba en el filo, casi a punto de romperlo a nuestro favor, pero,
inopinadamente, en un tiempo muerto solicitado por ellos, se introdujeron
rotaciones en el cinco inicial y la defensa pasó de individual a zona. Pusimos la
alfombra roja, una autopista hacia el aro, y, en un visto y no visto, se
pusieron arriba entre 6 y 8 puntos. El arreón final de la primera parte nos dejó
el marcador 2 abajo.
La
segunda parte siguió una tónica parecida, con escapadas de ellos y nosotros
“haciendo la goma”, nunca conseguimos ponernos por delante, lo máximo, empatar
en algunas fases del partido. Nos dominaron en el peribasket (ya sabéis, esos
empujones en el momento oportuno del rebote que el árbitro no ve, ese par de
canastas que te mete el rival mientras atiendes a la lección magistral del
árbitro, esa bandeja con grito). Nada que objetar, todos los hacemos, es lícito
ya que un solo árbitro no puede verlo todo. Es el juego de la calle, de la
viveza, no académico, pero perfectamente válido. Aún así, tuvimos un palmeo
para empatar. No pudo ser.
Lo
mejor:
-
Laralaralara-lerelerelere (la misma canción de siempre)
Lo
peor:
- La
derrota en sí (acaba con las escasas posibilidades que había de jugar por la 5ª
plaza)
- La
ausencia del entrenador (mañanas 2 – entrenador 0)